ad-content'/> MENSAJES A GUSTAVO ARGENTINA ¡CONVIERTANSE Y REGRESEN!
Enseñanzas del Señor Jesús, las cualidades de María, piedras preciosas de la Divina Voluntad que adornan a la Santa Madre de Dios.
LA ESPERANZA DE MARÍA  
Séptima Parte
Buenos Aires, 16 de junio de 2020.
Mis niños más amados por los cuales pagué un alto precioso en la Cruz. Me regocijo en mucho de ustedes pero en otros me entristezco porque hay quienes no tienen confianza en mis palabras y en mis promesas, las dudas y los temores fundados en sus propias fuerzas los conducen a vacilar ante la tempestad que azota al mundo. Pero, en mis niños confiados y valientes veo la luz de la esperanza brillar para estas almas débiles y frágiles, son luz en medio de la noche, son la luz de esperanza para una humanidad caída en desgracia (Isaías 40,31, Romanos 15, 13). 
oy, continuaremos las enseñanzas convertidas en piedras preciosas que adornan a Mí Madre y como inicio de esta clase les he dado el indicio de lo que hablaremos: LA ESPERANZA DE MARÍA.
La esperanza y confianza en vuestro Dios establece en ustedes relaciones necesarias hacia Mí, deben creer que soy un Dios remunerador que dará según mi justicia a cada uno lo que merece y ante tal escenario, con la ESPERANZA ESPERAN Y CONFÍAN EN QUE YO, VUESTRO SEÑOR, OS SALVARÉ Y OS DARÉ GRACIAS SUFICIENTES PARA ELLO (Jeremías 29, 11). 
La ESPERANZA, es un verdadero acto de adoración donde reconocen el supremo dominio de Dios sobre todas las cosas, donde Mi Voluntad todo lo rige amorosamente y en perfecto equilibrio, mi bondad y misericordia que se derraman para vuestro bien (1 Pedro 3, 15). 
Pero no deben confundir, alumnos míos, con la vida de Fe por medio la cual se confía y abandona ciegamente en las manos del Creador. Oh! Amados mios. Cuanto me agrada  esta Fe, esta Esperanza y confianza en Mí, más cuando contempláis los pequeños y grandes milagros que obro todos los días ustedes. Mirad al centurión decirme: “Señor, no soy digno que entréis a mi casa,…di desde aquí una palabra y bastará”  (San Lucas 7, 1-10). Contemplad a la mujer que enferma que esperaba sanarse con solo tocar mi manto, confió y tuvo fe y se sanó (San Marcos 5, 25-34).
Ahora detengámonos a ver y admirar la Esperanza de María, una esperanza firme, segura y confiada. Cuando quedó concebida de mí, su vida era una dulcísima esperanza y repleta de grandes deseos de verme nacido. En mi Madre se resumió toda esperanza que colmó la vida de los Patriarcas y Santos. En María, la Virgen Santa y sin manchas, era tan grande su confianza que escuchó cada una de mis palabras y esperó mi resurrección. Para que entendáis lo magnánimo de su esperanza puesta en mis promesas, que no hizo falta ir a mi sepulcro junto con las otras mujeres, todo en ella era pleno, nunca titubeó.
  En conclusión, la Esperanza es una virtud teologal enseñada por el Catecismo de mi Iglesia, virtud que mueve al hombre a tener confianza y certeza plena en el cumplimiento de mis promesas y que con mi ayuda podréis alcanzarlas (1 Corintios 13, 13)

¿Si no tenéis esperanza cómo podéis tener fe?. ¿Si no confiáis en mis palabras entonces como haréis para permanecer firmes en la hora de la prueba?. ¿Lucharéis con temores, dudas y vacilaciones?. Tened por seguridad que vais directo a la derrota. ¿Queréis ser como mi Madre o como las mujeres piadosas?. Os contaré brevemente el misterio que encierra mi aparición a las mujeres rumbo a mi sepulcro. Cuando morí en la cruz sus corazones quedaron destrozados por la desesperanza, sintieron que todo aquello fundamentado en su interior se había esfumado en un abrir y cerrar de ojos. Llegó el domingo y al amanecer ser dirigieron al sepulcro pensando encontrarme allí dentro, sin vida. La desesperanza las condujo a olvidar mis palabras de que al tercer día resucitaría. Caminaron muy apenadas y con sollozos, por momentos se detenían en el camino y lloraban desconsoladamente, s…
Hoy…